lunes, 12 de diciembre de 2011

La Conspiración.

Robert Redfort es uno de esos nombres de los grandes del cine que viene de Hollywood. Pero el caso de Redfort guarda ciertos paralelismos con el de Clint Eastwood, es uno de aquellos actores que se hizo famoso actuando… y descubrimos que era mucho mejor cuando se pasó al otro lado de la cámara. Además de ser dos personajes sin medio a comprometerse y a evaluar la sociedad (americana, es verdad).

Unos días atrás fui a ver su última película: La Conspiración. No hay miedo al spoiler puesto que es una película histórica que narra uno de los episodios más traumáticos de la corta historia de los Estados Unidos, el asesinato de Lincoln y el juicio posterior. Un auténtico thriller político-militar.

La historia es harto conocida y el planteamiento de la historia no es revolucionario, es verdad. Pero como suele ocurrir el cuidar los detalles es lo que marca la diferencia. Una fotografía y una iluminación magistrales. Unos decorados cuidados en extremo y un vestuario que a mí, que no soy un experto ni siquiera historiador, me resultó como poco tremendamente convincente.

Probablemente, muchos de los extras serán miembros de esas sociedades históricas tan celebres de las zonas interiores de los Estados Unidos que sería una gran manera de abaratar costes (recuerdo haberlo leído en una crítica, pero no está en mi conocimiento si realmente fue así o no). Lo que sí observé fue lo cuidado de los uniformes militares y las insignias de los personajes, incluidos los sutiles cambios entre la gradación de los generales. Teniendo en cuenta la temática de la historia y la cantidad de personajes de este tipo que circulan por la película (especialmente en un país en el que existe una gran tradición de recrear batallas históricas de la Guerra Civil Americana) habría sido una herejía no cuidarlo, pero no por ello sería precisamente fácil conseguirlo.  

Además James McAvoy brilla con especial intensidad. Ya no es aquel jovencito de la Habitación de al lado, ni de pequeñas producciones de la BBC. Tampoco aquel jovenzuelo que protagonizaba una historia menor en la gran serie bélica de Band of Brothers. Hoy es ya un gran actor con un soberbio registro interpretativo. Fue una suerte que me lo descubrieran y me obligaran a fijarme en la estela de este actor, porque seguro que nos dejará grandes interpretaciones en la historia del cine y esta sería una de ellas.

Oficialmente es solo una película histórica, pero en manos de Redford no puede vitarse el debate viendo este film de hasta donde un Estado de derecho puede llegar, para saciar su sed de venganza, a anteponer las libertades o derechos individuales a defenderse cuando se es acusado (justa o injustamente). Además, con la reflexión (extremadamente corta, simplemente dos frases) final pronunciada por el propio fiscal uno no puede evitar relacionarlo, sin que se cite que no deja de ser una película de época e histórica, con eventos muy recientes como Afganistan, Irak y Guantánamo.

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