viernes, 16 de septiembre de 2011

Cena de despedida.

La crisis afecta a todos lados por igual y en la universidad no hemos sido una excepción, cosa que provocó ciertos recortes de personal y una re-estructuración de los departamentos. En nuestro caso ha supuesto que gente del departamento al que pertenecía tuviera que despedir gente. Pero este no es el motivo del post, si bien es causa indirecta.

Ayer tuvimos una cena de despedida de un par de estas personas. Cenamos en el restaurante “Cent Focs” (calle Balmes, 16), muy bueno y con un precio interesante (gracias a la gran gestión de Toni, la carta desconozco si sube demasiado). Mi elección fueron unos espaghetis raghôule de ternera, hamburgesa “Cent Focs” con queso holandés y cebolletas y de postres profiteroles con chocolate caliente. El vino negro de los duros, el blanco abominable y el rosado… ya ni lo probé.

Pero lo divertido no fue el menú. Pau (o Paüt, como se le conoce) es una persona increíblemente cándida, inocente y buena persona donde las haya. El caso, como suele pasar, es que le tomamos el pelo con ello y ayer hicimos remember de algo que ya se le hizo con resultados mucho peores que los de anoche. El caso es que un grupo (al que bauticé citando a un clásico del cine como “Seis hombres sin piedad”) escribimos una notita (Usando terminología de libro de rol: cuyo contenido puede verse en el recuadro de las proximidades) que le dimos a un camarero para que se la diera a una mesa con cuatro señoritas de buen ver.
 
Nota: nuestra mesa estaba formada por 20 hombres.

La primera reacción fue la de Albert, que se apartó la lámpara que tenía al lado con un gesto que resultó tremendamente cómico. La segunda, evidentemente, después de ver que disimuladamente las señoritas iban mirando de reojo, fue pedirle a Paüt (quien ajeno a todo ello nos seguía cándidamente las instrucciones) que nos diera un discurso poniéndose en pie.

Las lágrimas se nos saltaban mientras le hacíamos un test a cada uno de los homenajeados y mirábamos como las chicas le iban mirando… Y fue entonces cuando decidimos que había que dar un nuevo paso adelante. Así que le pedimos al camarero que cuando nos trajera el cava para los regalos tuviera la bondad de llevarles unas copas a las mozas como gentileza del anfitrión de la mesa.

Total, que acabamos brindando y hasta se vinieron a la mesa para brindar con nosotros. No hubo suerte con lo de conseguir que se vinieran a tomar unas copas, pero supongo que lo de 4 a 20 tuvo algo que ver con el tema.

Y con esto y un bizcocho acaba la crónica de la noche porque no habiendo nadie que garantizara quedarse hasta las 6 de la madrugada, me acogí a Sagrario en el coche de un compañero de vuelta a casa. En defensa del personal diré que hoy están todos aquí trabajando, incluso los que salieron a tomar la copa después de la cena.

Pau y Javi: un placer y un honor haber trabajado, reído, disfrutado y afrontado peripecias varias junto a vosotros. Gracias por todo lo que de vosotros he aprendido y todo lo que me habéis enseñado. Os deseo lo mejor y mucha suerte con todo lo que esté por venir. Un abrazo.

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